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La Revolución ha venido y nadie sabe mo ha sido.
La actual movilización de muchos miles de españoles
parece un asunto bastante espontáneo. Este movimien-
to de masas tuvo, por supuesto, iniciadores, pero no
organizadores. Todas las revoluciones aportan algún
elemento inédito o alguna característica inesperada que
sorprende y coge desprevenidos a los defensores del
sistema y no les permite reaccionar lo suficientemente
pronto para atajar el asunto desde el principio.
Pues se trata de una verdadera Revolución. Una ver-
dadera revolución es la que refleja un cambio drástico
en la manera de pensar de las masas y a la vez con-
tribuye a amplificar ese cambio. Hace unos días me
contaron que un pequeño partido de extrema izquierda,
que se autodefine como marxista y leninista prohi-
bió a sus militantes, bajo pena de expulsión, participar
en ese movimiento de masas al que califica de válvula
de escape para aflojar la presión del descontento que
sufren amplias masas del pueblo. Si es cierto eso que
me contaron, la postura de ese partidito me parece la
más perfecta unión de dogmatismo y gilipollez. Mu-
chas personas que pasan su vida suspirando por la re-
volución y soñando con ella y procurando organizarla
sin cesar, no la reconocen cuando por fin la tienen
delante porque se presentó ella sola espontáneamente y
de una manera totalmente inesperada, es decir, la ma-
nera en que se presentan todas las revoluciones ya que
los caminos por los que se las espera están bloquedos
por las fuerzas conservadoras.
Algo parecido ocurrió con la revolución de Mayo de
1968 en París y en otros lugares. Aún hoy, tras más de
40 años, muchas personas que se creen entendidas en
el tema opinan que fue una revolución fracasada o in-
cluso que no llegó siquiera a ser una revolución. No se
percatan de que durante esas cuatro décadas la libertad
sexual alcanzó en nuestra cultura occidental un avance
mayor del que había experimentado en los 20 siglos
anteriores y que se está extendiendo a otras culturas.
Ese cambio mental no hubiese sido posible sin Mayo-
1968. Seguramente no fue la revolución misma la que
produjo el cambió sino que reflejó que el cambio se es-
taba produciendo y tomó conciencia del mismo y con-
tribuyó a difundirlo.
Según el esquema mental de muchas personas, tanto
entre los revolucionarios como entre los conservado-
res, las revoluciones se pueden clasificar en dos gru-
pos: las que tienen éxito y las que fracasan. Y son re-
voluciones exitosas las que provocan la caída del poder
establecido y lo sustituyen por otro. Intentaré mostrar
que ese esquema mental es erróneo. Algunas revolu-
ciones (y también algunas contrarevoluciones) cum-
plen su papel de provocar cambios en la situación aun-
que el movimiento (revolucionario o contrarevolucio-
nario) sea sofocado por los detentadores del poder.
Para ver esto es necesario mostrar algunos ejemplos
históricos.
Desde 1956 a 1962, en España, entonces bajo la dic-
tadura fascista de F.Franco, tuvieron lugar grandes mo-
Faustino Castaño
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vilizaciones de estudiantes, y también grandes huelgas
de trabajadores en algunas regiones como Asturias y
Cataluña. Seguramente nadie definiría como “revolu-
ción” a esas movilizaciones, y si alguno se atreviese a
hacerlo, sin duda añadiría que se trató de una revo-
lución fracasada. El franquismo duró todavía 15 años
más y gozó apartentemente de buena salud y siguió
celebrando anualmente el Desfile de la Victoria. Y sin
embargo ese regimen era ya un cadáver. La movi-
lización de los años 1956 al 1962, incluso si el regimen
logró sofocarla, mostró que el franquismo tenía los
pies de barro, ya que amplios sectores de la sociedad
española le negaban legitimidad. Gran parte de las per-
sonas de las nuevas generaciones de este país no re-
conocían ese tipo de poder. Por tanto, los herederos de
ese poder debieron maniobrar para realizar cambios
políticos que resultasen más aceptables para la mayoría
de los españoles.
La revolución Francesa de 1789 fue clasificada entre
las revoluciones vencedoras, (aunque, de hecho, varios
años después había desaparecido totalmente el resulta-
do de esa victoria y el poder de la realeza había regre-
sado a ese país). Pero se debe constatar que el factor
decisivo de la victoria de esa revolución no fue el
hecho de que la burguesía arrebatase el poder político a
la aristocracia, ni el terror y la guillotina de los años
revolucionarios, principalmente 1793, ni la decapita-
ción del Rey Luis XVI y su esposa María Antonieta, y
ni siquiera la solemne y famosa declaración de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano. Todo eso fueron
consecuencias, resultados de la revolución, pero no
factores de la victoria de la revolución. El verdadero
factor de la victoria revolucionaria fue el cambio que
había ocurrido en la mente de los descamisados (sans-
kulots) de París. El acontecimiento que mostró que la
manera de pensar de los franceses estaba cambiando
fue el asalto de la población de París a la Bastilla. El
hecho mismo de que el asalto tuvo lugar, aunque no
hubiese resultado exitoso, mostró que los franceses ha-
bían dejado de creer en el poder de la realeza y en el
Derecho Divino sobre el que los reyes intentaban basar
su legitimidad. Un poder en el que el pueblo ha dejado
de creer y al que ha dejado de respetar es un poder
condenado a desaparecer más tarde o más temprano.
Algo parecido se puede decir sobre la revolución en
Rusia. La del año 1905 fue clasificada, según el esque-
ma clásico, como fracasada, y las del año 1917 (en Fe-
brero y en Octubre), como exitosas. Pero el cambio
decisivo había tenido lugar el 9 de enero de 1905, la
jornada conocida como “Domingo Sangriento”. Ese
día tuvo lugar una manifestación de más de cien mil
personas organizada por un pope que era leal al Zar y
que esperaba poder entregar en propia mano al monar-
ca, en el Palacio de Invierno de San Petersburgo, una
petición de los trabajadores para que la jornada laboral
fuese reducida a 8 horas, igualdad ante las justicia y
otras mejoras sociales. La manifestación terminó con
una masacre cuando las tropas abrieron fuego sobre la
multitud. Con esa acción violenta de la autoridad zaris-
ta, el monarca ruso perdla fe y la estima de sus súb-
ditos y la legitimidad para gobernarlos. Aunque el mo-
vimiento fue así sofocado la monarquía quedó conde-
nada en ese país a una caída más o menos rápida. In-
cluso si los bolcheviques no hubiesen llegado al poder
en 1917 la caída de los zares era inevitable. De hecho,
aunque ya no existe en ese país el regimen soviético,
los zares no recuperaron el poder. La ruptura entre el
Zar y el pueblo ruso se había producido en la mente de
la población rusa.
Se podrían presentar más ejemplos. Ahora citaré sólo
algunos para mostrar que ocurre lo mismo con las con-
trarevoluciones. El hecho de que las tropas del Pacto
de Varsovia lograron sofocar algunos movimientos an-
tisoviéticos (Hungría-1956, Checoslovaquia-1968…)
no evidenciaba la fuerza sino la debilidad de los re-
gímenes comunistas de Europa Oriental. Viendo esos
acontecimientos y los de Polonia en 1981-1982, se po-
día pronosticar que los regímenes comunistas no tenían
ante sí un futuro brillante en aquella región. Como es
sabido, en 1989-1990 se vio la caída de ese sistema a
pesar de su aparente potencia. En la mente de gran par-
te de la población de esos países habían ocurrido cam-
bios favorables al capitalismo, y el fracaso de las con-
trarevoluciones que habían tenido lugar fue sólo un
aplazamiento provisional del resultado final.
Es muy signicativo también el hecho de que mientras
esas contrarevoluciones tenían lugar en Europa Orien-
tal, en China, en el año 1989, fue violentamente sofo-
cado, en la Plaza de Tian-An-Men de Pequín, un movi-
miento similar a los que estaban teniendo éxito en Eu-
ropa. El regimen comunista de China, resistió, los con-
trarevolucionarios fueron reprimidos. El Partido Co-
munista de ese país siguió controlando el poder, y sin
embargo… el capitalismo en ese país es más fuerte y
potente que en cualquier otro lugar en el mundo. La
contrarevolución, el capitalismo, venció en la mente de
los chinos a pesar del fracaso de Tian-An-Men.
Estos ejemplos nos muestran que en las revoluciones y
las contrarevoluciones, con frecuencia, las cosas no
son lo que parecen. Nadie podía pronosticar que la
persistente concentración, un día a la semana, de las
madres de la Plaza de Mayo en Buenos Aires, acabaría
provocando la caída del regimen fascista en Argentina
e influyendo en el fin del fascismo también en Chile.
Ahora viene el momento de analizar lo que está
ocurriendo en España. Los miles de españoles que se
vienen movilizando últimamente tomaron conciencia
de que en nuestro país “la democracia no funciona”.
Ese es uno de sus esloganes, y tienen otros que mues-
tran que están cambiando algunas cosas en la mente de
amplias masas españolas, principalmente entre la ju-
ventud. Las nuevas generaciones están reaccionando
contra el pasotismo que prendió entre lo que era la
generación joven en la década de los 80 y posteriores.
Precisamente entonces empezó el neoliberalismo, con
los gobiernos de Ronald Reagan en EE.UU. y Margaret
Teacher en Gran Bretaña. Tenía que haberse producido
entonces la reacción de las clases populares en todos
los países y también en el nuestro. Las juventudes de
las décadas que pasaron desde entonces fueron gene-
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raciones perdidas para la lucha por los derechos socia-
les y económicos de las clases populares. El sistema,
con sus muchos recursos y potente aparato ideológico
influyó en sus mentes para apartarlos del interés por las
cosas de la política y la economía. Era frecuente, en la
década de los ochenta y los noventa, cuando le decías a
un joven que su desinterés por la militancia sindical,
política, cultural… estaba facilitando la liquidación de
derechos sociales que habían sido conquistados a base
de mucho luchar, te respondiese: yo, passso de todo,
tío, o bien: no me preocupa lo que vaya a ocurrir den-
tro de un cuarto de hora y quieres que me procupe de
lo que vaya a ocurrir dentro de veinte o treinta años.
El desinterés de aquellas generaciones y su deserción
de la lucha por sus derechos trajo como consecuencia
que el capitalismo se recuperase, se perdieran muchos
derechos, metieran en la OTAN a nuestro país para
apretar más el dogal al bloque socialista, que acabó su-
cumbiendo, y eso trajo más perdida de derechos, como
el derecho a un trabajo fijo, privatización de empresas
nacionales, agresión a la enseñanza y la sanidad públi-
ca ¿hasta cuándo hay que seguir passsando? Hoy,
por primera vez en la historia de la humanidad existe
una generación que sabe que va a vivir peor que la de
sus padres.
Pues bien, parece que por fin llegó una juventud con
voluntad de luchar y asumir responsabilidades. Esa es
la revolución que tenemos en las plazas de muchas ciu-
dades españolas, entre ellas también en nuestra región.
Muchas personas en España llegaron a la conclusión de
que los dos principales partidos de nuestro sistema po-
lítico bipartidista tienen, de hecho, la misma política,
una política antisocial, favorable a los intereses del
capital, de los banqueros… unos políticos proclives a
la corrupción y a asignarse unos emolumentos muy por
encima de los de la mayoría de la población a la que
gobiernan.
Durante los pasados días pasé varias veces por la plaza
del Ayuntamiento de Gijón donde se concentran desde
el día 15 de este mes, un grupo de personas, no todas
jóvenes aunque en su mayor parte. Suelen hacer un
gran corro en el centro de la plaza y allí debaten sobre
varias cuestiones de la problemática política y social de
nuestra sociedad. La cantidad de concentrados varía se-
gún los días y la hora del día. La hora de mayor pre-
sencia suele ser a las 8 de la tarde. Ayer estuve allí ha-
cia las 7 h. de la tarde y puesto que había estado llo-
viendo, los cocentrados estaban dispersos en varios
grupos bajo los soportales que configuran el atrio de la
plaza. Estuve durante algún tiempo escuchando lo que
se debatía en aquellos cuatro grupos allí reunidos. En
uno estaban analizando el sistema sanitario de nuestro
país, su problemática y la manera cómo podrían los
ciudadanos intervenir para lograr una mayor participa-
ción en la gestión y control social de ese sector. En
otro grupo estaban planificando la manera de llevar a
los barrios este movimiento de resistencia y protesta
ciudadana. El tercer grupo estaba cuestionando el sis-
tema electoral que se aplica en nuestro país, los meca-
nismos de control ciudadano de las instituciones políti-
cas, la manera como realiza su función el Defensor del
Pueblo… El cuarto grupo, menos numeroso que los an-
teriores, estaba pasando revista al funcionamiento y las
carencias del sistema universitario español. Si tuviera
que resumir en pocas palabras la impresión que me de-
jaron los participantes en esos grupos diría que estos
ciudadanos, al fin, se han dado cuenta de que la políti-
ca es una cosa demasiado seria para dejarla en manos
de los políticos. A esto se podría añadir también que la
economía es una cosa demasiado seria, y peligrosa,
para dejarla en manos de economistas y banqueros.
Para terminar parece que debería intentar pronosticar el
desenlace y posibilidades de este movimiento social.
No es fácil; el porvenir no está escrito en ninguna par-
te. Una posibilidad es que los concentrados sean vio-
lentamente reprimidos por las fuerzas de orden público
(en Barcelona ya ocurrió algo de eso). Es sin embargo
evidente que las autoridades procuran evitar ese desen-
lace. Los gestores del sistema son lo suficiente inteli-
gentes para saber que la violencia en estos casos es
más un signo de debilidad que de fuerza. Para llegar a
reprimir con violencia preferirían cargarse de razón, lo
que podría ocurrir si los concentrados se comportasen
violentamente, lo que no es el caso, si bien no debe
excluirse la posibilidad de provocaciones.
También puede ocurrir que los propios concentrados
pongan fin a esta forma de protesta, sobre todo si el
movimiento se estanca y no crece en la cantidad de
participantes. La fuerza de este tipo de movimientos de
protesta reside en un crecimiento continuo de partici-
pantes; tal fue el caso del movimiento que hace unos
meses pedía y consiguió la dimisión de Mubarak en
Egipto. Cuando ese crecimiento no se produce, la fuer-
za puede residir en la pertinacia, la persistencia (caso
de las madres de la Plaza de Mayo), pero en ese caso la
concentración no puede ser continua sino revestir cier-
ta esporadicidad, por ejemplo un día fijo todas las se-
manas. En todo caso, tanto si el movimiento dura aún
una semana o un mes, lo principal, que ya está logrado,
es que una generación de ciudadanos ha tomado con-
ciencia de las carencias del sistema y ha rechazado y
perdido la fe en él, por lo que se puede que más tarde o
más temprano el sistema deberá experimentar cambios
sustanciales o desaparecer. En las elecciones que
tuvieron lugar el pasado día 22 hubo una abstención
del
33%
,
o sea que uno de cada tres ciudadanos no cree
en la capacidad de este sistema para representarnos y
gobernarnos. A ese porcentaje habría que añadir a los
que votamos a favor de opciones antisistema o que
consideramos como tales. Pues bien, a la vista de estos
datos podemos concluir que este sistema también tiene
los pies de barro a pesar de su aparente fortaleza.
Gijón, 31 de Mayo - 2011